Amorós, Andrés. Filosofia Vulgar. Fórcola, 2023

Ariely, Dan. Misbelief. Heligo Books, 2023

Freire, Jorge. La banilidad del bien. Páginas de Espuma, 2023

Hester Helen y Nick Smicek. After Work: a History of the Home and the Fight for Free Time. Verso, 2023

Garcés, Marina. El tiempo de la primesa. Anagrama, 2023

Gomá Lanzón, Josep. Universal Concreto. Taurus, 2023

Gonzalez, Ana Marta. Trabajo, Sentido y Desarrollo.Dykinson, 2023

Lipscomb, Bejamin J. B. El Cuarteto de Oxford. Shakleton, 2023

McIntyre, Lee. Cómo hablarle a un negacionista de la ciencia.Cátedra, 2023

Mounk, Yascha. The Indentity Trap. Peguin Press, 2023

Pla, Josep. Calendario sin Fechas. Destino, 2023

Shaw, Joseph.The Latin Mass and the Intellectuals. Arouca Press, 2023

Sowell, Thomas. Social Justice Fallacies. Basic Books, 2023

 

Andrés Amorós

Filosofia Vulgar,

Fórcola, 2023

 

 
A veces uno se permite el lujo de dejarse llevar por sus gustos y lee no solamente para aprender, que de todo se puede, sino para gozar. Y este es el caso hoy con estas dos revisiones. 
El sabio Amorós nos cuenta aquí, temáticamente ordenado, el origen y uso de los principales refranes castellanos sacándoles punta y glosa de actualidad con humor y enjundia. Al mismo tiempo, el texto es un repaso a la lengua que nos vertebra y a las aportaciones que han contribuido a su conformación, con particular referencia a los clásicos. No estamos ante un estudio erudito y científico sino, más bien al contrario, ante un ensayo de actualidad que aspira a dar carta de legitimidad a las aportaciones del refranero para el lector generalista.
Se lee rápido y con mucho agrado y provecho. Amorós, escribe muy bien y sabe un montón. En tiempos de perplejidad, distopía, inseguridad, inmadurez, y poquedad, recordamos la vigencia y la hondura psicológica de la sabiduría popular.
Además, encontramos un referente para descubrirnos humanos, esto es, capaces de aprender de nuestros errores y de confiar en las fuerzas de la cultura para sobrellevar y superar el peso de la incultura. Que no es otra cosa el mal que nos aqueja.

 

 

Josep Pla

Calendario sin Fechas

Destino, 2023

 
He dejado por escrito alguna vez que mis gustos literarios afirman el relato sobre cualquier otra composición, a excepción de la lírica en momentos de obcecación. Mis referencias y preferencias encumbran a unos autores sobre otros figurando, aparte del eximio Cervantes, en primer lugar, dos alicantinos, Miró y Azorín, después un vizcaíno, Unamuno, y tras él un gerundense, Pla. Ni qué decir tiene que, en cuanto vi esta novedad, acudí a ella, sediento. 
No defrauda el de Palafrugell en esta selección de colaboraciones de entre las más de mil quinientas que escribió para el semanario Destino. Pla es un genio del adjetivo. Los escoge y coloca muy bien haciendo de la lectura de sus textos un placer amable y sano. A la par, saca a relucir su bonhomía y experiencia dejando entrever la valía de una vida pegada al terruño y al descubrimiento de lo concreto, sencillo y propio.
Quien lo lea sentirá un regusto admirativo por un estilo inmemorial que puede bien referirse a apreciaciones que ha pasado por alto imperceptiblemente. Pla puede ayudar a ver la vida de otra manera, sin prisa ni fanfarria, de modo más auténtico. De gustibus non est disputandum, pero hay aquí piezas magistrales, como ésa que relata un clásico futbolístico de su tiempo, o sus disquisiciones sobre gastronomía o los viajes en avión.

 

 

Javier Gomá Lanzón

Universal Concreto

Taurus, 2023

 

La filosofía actual es como la gastronomía de hodierno: los chefs son más importantes que los platos. Gomá es uno de los mejores chefs que conozco, de la actualidad y de entre muchos que en la gran cocina han sido sin restricciones de procedencia. Es difícil encontrar pensador más elegante, encandilante y exquisito que él. Original, sugerente, e inmejorable en la elaboración y presentación de sus creaciones. No rechazaría una invitación a ninguna de sus degustaciones, porque la experiencia me dice que siempre queda uno satisfecho. Sale uno reconfortado, interpelado, incluso admirado por tan buen relato y propuesta. 

Ahora bien, si al salir del restaurante se me preguntase qué he comido, no sabría muy bien qué responder. O, al caso, como ahora, respondería que el plato no estaba mal, que para mi gusto faltaba esto y lo otro, o sobraba aquello y lo de más allá; que no sabría decir muy bien qué había tomado ni su valor nutritivo, pero que estaba excelentemente, incluso inmejorablemente, presentado; que había pasado un rato muy agradable, y que, sobre todo, era una obra de Gomá. Un creador pensante, de los mejores del mundo hoy en día.

Universal Concreto es el texto en la que nuestro autor fundamenta su Filosofía de la Ejemplaridad, un nuevo paradigma filosófico, que viene aquí dotado de la metodología, ontología, practicidad, e, incluso, poética, adecuadas para uso y disfrute de las mentes, en una etapa del recorrido de la humanidad por el tiempo caracterizada por mucha poquedad, inseguridad, masificación, y desvarío. Todo muy bien, pero.

Este revisor tiene sus peros, que relata a continuación, no sin antes continuar las alabanzas ya apuntadas, diciendo que Gomá, como gastrónomo, está aquí por encima de la gastronomía misma: muestra muy a las claras la decadencia de la filosofía y lo aparentemente poco que puede hacer ya, no obstante lo conseguido en el pasado, para salvar gustos, renovar sabores, y preservar el sentido. La filosofía, efectivamente, no es lo que era y parece que no da más de sí, como sorpresiva y taxativamente lamenta y llora el autor en el último e intrigante párrafo de su obra.

El libro va de más a menos, con un repunte final hacia arriba, de despedida. Al inicio uno duda de si lo que va a seguir habrá que ubicarlo en la psicología más que en discurso y literatura propios de la filosofía, pero, queda claro unas páginas más atrás, dónde se sitúa el bilbaíno al constatar que los autores más citados de fuentes variadas son, por este orden, Aristóteles, Platón, Kant y Rousseau. Alguno, más elogiosamente (Platón), y otro menos (Kant).

El universal concreto es la persona. Pero, y ahí está el primer pero, ¿sólo la persona? ¿Qué hay de las sociedades?, de la familia, por ejemplo. ¿Son un universal abstracto como pueda serlo el lenguaje o, incluso, como se afirma más adelante, la misma persona en su fase inicial de inmadurez estética (ni propositiva ni ejemplar) antes de llegar a su madurez ética? El mundo o la realidad de Gomá está reducido a personas y conceptos, lo que, en mi opinión, es uno de los pecados del reduccionismo filosófico vigente que ignora la sociedad como sujeto.

Quizá por eso llamo al personalismo, con todos sus logros, una filosofía pequeñita. Gomá es aquí personalista, como lo descubriremos también, más adelante, presentista o moderno. Que la sociedad no sea fácil verla desde fuera, no quiere decir que no exista de modo concreto, aunque ello sea, por otro lado, evidente: todos nacemos en sociedades y familias que ya existen sin nuestro permiso. De ahí que, en mi opinión, la filiación sea la radicalidad humana iniciática y que sea precisamente eso, el nacimiento, el misterio interpelante por excelencia para pensar lo humano. Para Gomá lo es la muerte. Misterios paralelos, si acaso, pero ninguno debe de ocultar al otro.

El reduccionismo antisocial al uso en gran parte de la filosofía contemporánea impide a algunos superar el nudo roussoniano. Éste atrapa también a nuestro autor, al aceptar sin remilgos la falacia del contrato social. La sociedad no nace de ningún contrato o pacto, más bien, al contrario, somos nosotros, cada uno, quienes nacemos por o de ella. Al ginebrino, hay que superarlo.

El capítulo sobre ontología me parece antológico. Nada que objetar y mucho que aprender. El pero, aquí, está en que, para Gomá, la ontología es instrumental. Por ella llegamos a la practicidad de la ejemplaridad y es en esta pragmática donde encontramos los mayores obstáculos para una aceptación in toto de su propuesta interpretativa. Y es que Gomá, a diferencia de Girard, cuyo fantasma vaga por las sombras de su obra sin aparecer nunca, es, además de personalista y roussoniano, definitivamente moderno. Ciertamente reconoce el carácter terminal de la época y cultura vigentes, pero parece soñar con una postergación infinita de su finitud, entre otras causas y razones, por la innovación e insumos que le podría brindar el abrazo de la ejemplaridad. Es aquí donde el sociólogo se muestra más crítico con el filósofo.

No son de recibo en una obra de esta categoría, la defensa del IDH (índice de desarrollo humano) sobre otros indicadores de mejoramiento o desmejoramiento colectivo (pp. 202-203), y no están justificadas las evidencias aducidas: que la inmensa mayoría prefiera nacer, vivir y morir en esta época, antes que en cualquier otra de la historia, y que (aquí el fantasma pululante es Fukuyama) la democracia liberal sea, como consecuencia, el mejor de los mundos habidos. Basta saber que, grosso modo y con cifras disponibles, en España nacen, desde inicio de siglo, cerca de 300.000 seres humanos al año y que, aparte, son abortados otros casi 100.000, para repensar muy bien el deseo de nacer en este país en este tiempo. Si uno tiene casi 1/4 de las papeletas para integrar el grupo de los que no superan la vida intrauterina, uno debe de buscar alternativas para la elección. Saber cómo se elaboran, y con qué presupuestos, las estadísticas de esperanza de vida al uso, da mucho que reflexionar al respecto.

De igual modo, se puede uno preguntar qué razones aduce el autor para (p.206) distinguir entre malestares y miedos de nuestro tiempo, y marginar el análisis de los miedos (bioéticos, atómicos, ecológicos y tecnológicos) en la prospectiva que nos lleva a decir que efectivamente somos los mejores de la historia.

Gomá es presentista y, como filósofo, huye de consideraciones estructurales (eso que estudian los sociólogos), para no dejar de sobrevalorar el presente y defender la modernidad a toda costa. Le gusta ser moderno y, parece, que se gusta siéndolo. Tanto, como para acabar su obra incorporando su propia afición dramatúrgica al catálogo de las terapias que necesitamos para mantener y mejorar nuestro supuesto estado de salud benéfica.

Universal concreto hay que leerlo y gozarlo con ojo crítico, como cualquier obra, y más, si está llamada a dar un salto cualitativo en la manera de elaborar y proponer ideas y pensamientos. El libro es bello, bonito, profundo y claro (el error de confundir a Constantino con Teodosio, p.170, espero se corrija en la siguiente edición). Da que pensar y mucho, y no es poco.

Helen Hester y Nick Smicek

 After Work: a History of the Home and the Fight for Free Time

Verso, 2023

 

No hay un término que haya cambiado más de significado a lo largo de los últimos años que el trabajo. La pregunta ¿estudias o trabajas?, ya denotaba la incongruencia. La confusión tiene que ver con la pérdida de cultura, lo que Gomá llama vulgaridad, y la dificultad de distinguir con sentido diversos modos de ocupar el tiempo, como pensionista, retirado, asalariado, voluntario, profesional, o aficionado; en el juego, deporte, vocación, empleo, ocio, servicio o contemplación; y con esfuerzo, cansancio, o goce, entre otros. 

Los autores de After Work andan totalmente confundidos en esto, pero a propósito. Son marxistas de nuevo cuño transmutados en zombies intelectuales al pretender hacer decir a Marx que el trabajo es otra cosa distinta de lo que dijo que era.

Es una lacra común a toda la literatura del postrabajo, laborófoba en esencia, que entiende el trabajo como esclavitud, pagada o no, de la que hay que librarse cuanto antes, y ello es posible ahora, gracias a la ensoñación tecnológica. La novedad en el radicalismo de izquierdas sobre el postrabajo es que esta idea no la aplica solo a la producción, como hacen los laborófobos de derechas, sino también a la reproducción, es decir, a la familia.

La propuesta es otra ambivalencia terminológica: hablar de comunalismo en vez de comunismo. Sí, las comunas (tipo Kibutz antisemita), pueden ir sustituyendo poco a poco la esclavitud doméstica que implica dedicar tiempo a la reproducción social, para apostar por tiempo genuina y genéricamente libre.

Reseño el libro porque hace pensar sobre algo necesario: la relación hogar-familia, dando datos de interés sobre lo que ha representado (y no) la innovación tecnológica en el hogar. Muestra también, por defecto, lo acertado que estuvo Etzioni al demostrar la racionalidad del altruismo y, por tanto, la posibilidad de realizarse en un trabajo servicial voluntario, algo incomprensible e irracional tanto para marxistas como para neoliberales de verdad.

Jorge Freire

La banalidad del bien

Páginas de Espuma, 2023

 

Freire es nuestro estoico de cabecera. Vaya por delante que su anterior entrega, Hazte quien eres, me gustó más. El tema aquí es ridiculizar la banalidad del buenismo, y con ello de los valores, y defender las virtudes y su encarnación y concreción en acciones positivas.

La oportunidad del texto está más que justificada. Padecemos mucha palabrería y poco compromiso. La mascarada de la pantomima nos convierte en monos de imitación que, como vomitorios de gárgola, echan fuera lo que pasa por los sentidos sin que quede nada dentro. Abundan las personalidades vacías a conciencia, temerosas de contagiarse de algún mal de rectitud que les pueda hacer odiosos ante la turba apantallada. La educación formal actual no tiene ni norte ni meta fuera del contentamiento zafio del bicho satisfecho, sin aspiraciones ni ideales que impliquen esfuerzo sin remuneración.

El léxico es rico, el enfoque y la propuesta, atractiva, sin embargo, liga poco un capítulo con otro corriendo el riesgo de parecer repetitivo. Freire provoca (a la axiología y sus voceros) pero no relata como uno desearía. El libro, no obstante, es más que necesario y viene cargado de razón, hurga de manera cabal para sanar heridas abiertas. El autor, con esta obra, ya ha dejado de ser un prometedor filósofo joven. Ahora esperamos una aportación de más peso y poso, para leer con lentitud, saboreándola entrelíneas y alejada, si puede ser, de todo afán instructivo. A los estoicos les suele pasar eso: tienen añoranza de la predicación itinerante.

 

Thomas Sowell

Social Justice Fallacies

Basic Books, 2023

 

Dice el estereotipado diálogo, más o menos así: si las estadísticas no mienten…/mienten/pues entonces, nada. Es una manera de señalar el aporte de esta joyita, que versa sobre la falta de criterio estadístico, tanto de las élites como de la opinión pública en general. Las estadísticas siempre mienten, o puesto en bonito: nunca son neutras. 

Sowell sorprende a sus 90 años con otro breve, incisivo, claro y tumbativo ensayo, que deberían leer, tanto sus detractores (Sowell es un viejo militante libertario del que conocíamos en castellano su Economía Básica, Deusto 2012), como sus admiradores (los mismos que votan a Milei, si bien Sowell es un académico puro). 

Para el gusto de este revisor, el profesor de la Hoover Institution de Stanford, malinterpreta aquí a Godwin (hice mi tesis sobre él, publicada curiosamente en la misma editorial en la que se edita este libro), no comprende bien qué es la sociedad, y se deja temas en el tintero, como el sexismo. Pero ello viene compensado por una demoledora crítica del igualitarismo de salón, de las élites académicas (de las que él forma parte), de la discriminación positiva para ayudar a las minorías (de las que él forma también parte), y de las políticas antidiscriminación y las dañinas soluciones implantadas contra el racismo. 

Todo esto viene contundentemente apoyado en datos ocultos en las estadísticas al uso. Resulta muy interesante el aporte sobre la desigualdad recíproca, que apoya su tesis de que las desigualdades no son resultado de la discriminación. Saca los colores a capitostes como Krugman, Deaton y Stiglitz, y si uno supera el hecho de que el texto se basa en datos gringos y está escrito para gringos, puede disfrutar de una agradable bocanada de elucidación alternativa.

 

Dan Ariely

Misbelief

Heligo Books, 2023

 

Trata Arieley de responder, desde la psicología, al subtítulo del libro: ¿qué hace a gente racional creer cosas irracionales?, y se centra en estudiar la epidemia de conspiranóicos y crédulos sin fuste que pululan por las tarimas mediáticas, reales o virtuales. ¿Cómo puede haber gente con estudios que todavía crea que el tabaco o las pantallas ni causan adicción ni dañan la salud?, ¿cómo, que no hay crisis ecológica ni cambio climático?, ¿cómo es que hay tanto defensor del pensamiento cerril? 

El autor explica el auge de la aversión como obstáculo a la apertura mental, que propaga, lo que llama, el remolino conspirativo de creencias falsas. Se trata de una actitud que puede llegar a ser enfermiza y dañina, tanto para uno como para su comunidad. Toda crítica debe acompañarse de una sana autocrítica que vacune (nunca mejor dicho en la era post-Covid, que trata a fondo) contra la contumaz ignorancia de la inmovilidad recalcitrante. 

Los conspiranóicos se retroalimentan continuamente a través de internet, poniendo en el mismo pedestal ciencia y superstición, sustentada ésta en la autoridad de la mera difusión. Una difusión trufada de noticias falsas en la que prima la libertad de elegir sobre la justeza de acertar. Los daños de la falsa creencia pueden ser graves, como vemos en las víctimas de la cancelación (que el mismo Ariely ha sufrido). 

En esto, poco hemos avanzado, pues en ausencia de mérito contrastado, el conocimiento y la ignorancia crecen a la par. ¿La receta? Precaución, experiencia, y reconocimiento del problema. Malatesta le dijo al cómodo: “si no vives como piensas acabarás pensando como vives”. Ariely le dice al grupo: “la crisis de confianza actual solo puede superarse filtrando los credos falsos con apertura de miras”.

 

Marina Garcés

El tiempo de la promesa

Anagrama, 2023

 

A Garcés le falta un hervor. Uno de los mejores exponentes de la filosofía literaria actual, todavía hace honor al título de uno de sus libros: Filosofía inacabada. Este breve y lúcido ensayo de 100 pp., casi en formato folleto, da para mucho, y bastante más daría si la autora no se complaciese en hurgar, como traviesa adolescente, en ojo ajeno, en este caso en el de la mayoría de los habitantes del planeta, adjudicando a Dios el calificativo de faltón a su palabra (los otros dos grandes faltones son el estado y el capitalismo). Ahora bien, si uno es capaz de pasar por alto la travesura, encuentra en el texto muchos motivos para confirmar que estamos ante una pensadora de fuste en ciernes. 
La capacidad de hacer promesas es el elemento básico de nuestra libertad. Sin embargo, afirma la barcelonesa, constatamos hoy que la promesa ha perdido su carácter definitorio, se ha hecho frágil y escasa. Nuestra sociedad le tiene miedo al futuro, consecuentemente hay pocas promesas y escaso compromiso. Hay, sí, predicciones, planificaciones y prevenciones, pero la palabra ha perdido su valor, amenazada por la incerteza. Hemos pasado de la época de la promesa a la del accidente, casi sin darnos cuenta. Un accidente que no interrumpe, sino que prorroga el miedo al porvenir en la triple amenaza de la crisis, el colapso y la catástrofe. 
Garcés, no obstante, confía en la palabra, que hemos de dirigirnos, primero, a nosotros mismos, para extraer esperanza con propósitos de autenticidad. Muy sugerente y bellamente escrito.

 

Yascha Mounk

The Identity Trap

Penguin Press, 2023

 

No creo que tarde en traducirse la última obra de Mounk, pues vale mucho la pena. Es de lo mejor que he leído sobre la manía identitaria. 
El autor, un pensador de izquierdas al modo clásico y firmemente comprometido con la defensa de la libertad, se pregunta qué ha ocurrido para que la izquierda haya sucumbido al particularismo identitario abandonando su defensa de la democracia y de los valores universales que la proponen, según él, como óptimo estado de convivencia. Su investigación le lleva al postmodernismo foucoultiano para alumbrar las razones del viraje, que glosa con sabia elucidación, análisis profundo, y belleza narrativa.
Toca y explica con solvencia todas las teclas de moda: el esencialismo estratégico, la acción afirmativa, la apropiación cultural, la diferencia entre equidad e igualdad, la cancelación, el ocaso de las grandes narrativas, la interseccionalidad, la segregación positiva, las refriegas icónicas, y otras, que convierten el identitarismo (de raza, sexo, género, opción, etc.) en una trampa social y política.
Su apuesta por la libertad es incontestable y, a veces, incluso radical. Con un discurso muy atractivo y antipopulista, al joven profesor de la Johns Hopkins, le auguro un gran futuro.

 

Joseph Shaw (ed.)

The Latin Mass and the Intellectuals

Arouca Press, 2023

 

No creo que este libro se traduzca al castellano. En principio dudaba que me pudiese interesar en absoluto, pero el gusto y admiración que tengo por los conversos ingleses de la primera mitad del siglo XX, me hizo echarle un vistazo. Y la verdad es que lo he disfrutado por tres razones principales. 
En primer lugar, porque he aprendido cosas que desconocía y que han retado mi imaginación al cuestionarme el diferente impacto que los cambios litúrgicos produjeron en la intelectualidad de diversos países. ¿Por qué allí sí y aquí no?, ¿cuáles fueron las razones de peso que provocaron el indulto inglés que Manning arrancó de Montini? 
En segundo lugar, porque me he reencontrado con amigos que he aprendido a comprender mejor. Así, Dawson, Belloc, Maritain, Muggeridge, Gill, o Girard. Y otros, indirectamente, como Chesterton o Tolkien. 
Y, en tercer lugar, porque mi curiosidad no ha podido resistir buscar las razones por las que Borges y Zambrano se apresuraron con tanto celo a firmar las sucesivas peticiones para que la vieja liturgia y la cultura que encapsulaba fuesen sabiamente preservadas para goce de las generaciones venideras. 
Aunque se trata de una colección de ensayos con una pluralidad de autores, está bien escrito con mira didáctica. Interesará a anglófilos nostálgicos y a quienes defienden la libertad de uso para la liturgia clásica en la Iglesia.

 

Lee McIntyre

Cómo hablarle a un negacionista de la ciencia

Cátedra, 2023

 

Como bien dice Juan Arnau, la ciencia no es lo que era, y como nos recordó Miguel Beltrán, a las pretensiones de neutralidad objetiva de la actividad científica hay que restarle varios enteros. McIntyre está de acuerdo con ellos, pero también, con ellos, en que ningún negacionismo está justificado racionalmente. Y es que hemos pasado de la admiración científica a la sospecha, en la medida en que nos creemos, o no, lo que conviene a nuestras identidades y hábitos adquiridos. 
Repasa aquí el profesor de Harvard algunos de los negacionismos más al uso y las experiencias de contacto con sus altavoces, para conformar un discurso que ilumina y rasca. Puede ser divertida la entrada, cuando glosa el caso de los terraplanistas (en auge, aunque parezca mentira), pero puede no ser tan agradable el discurso, perfectamente documentado, cuando se dirige al adicto consumidor de tabaco que se piensa inocente, o al sectario que se cree ecuánime al anteponer su ideología a los datos para negar el cambio climático de causa antrópica, el efecto saludable de las vacunas, o la misma evolución. 
Son muy interesantes los datos aportados sobre el sesgo político del negacionismo, que permite diferenciar entre negacionistas fachas y rojos, y sus principales banderines de enganche: el antiecologismo facha y el antitransgenismo rojo, si bien obvia el más importante de estos últimos: la negación del derecho a la vida naciente. 
Al negacionista, dice, hay que ponerle ante el espejo para que vea: sus evidencias selectivas, su miedo conspiranóico, su apoyo en falsos expertos, sus errores lógicos, y su falta de comprensión científica. Y cuenta que, cuando ello se hace con perseverancia, se logra, a la larga, que la razón se abra paso entre ideologías e identidades de uno y otro signo.

 

 

 

Bejamin J. B. Lipscomb

El Cuarteto de Oxford

Shakleton, 2023



 

 

 

Estamos ante una joya de muchos kilates. Una biografía intelectual compartida de cuatro mentes señeras del pensamiento contemporáneo a cuenta del entorno de excelencia y exigencia oxoniense: Foot, Anscombe, Murdoch y Midgley. 
Lipscomb ha sabido meterse en la mente de cada una de ellas y en sus relaciones de amistad para conformar un texto, mitad novela, mitad ensayo, que engancha yendo de menos a más y haciendo que sus 400 pp. sepan a poco. Puede decirse que el protagonista del texto es la maravillosa mezcla simbiótica destilada entre el genio femenino y la cultura académica de la segunda mitad del siglo XX, ya lamentablemente periclitada. Por eso, el libro se lee con aromas nostálgicos si uno se queda solamente con lo que, en definitiva, es un relato histórico. 
Pero es que hay mucho más aquí. Me refiero a la propuesta de la vida intelectual, válida y más necesaria que nunca, para toda persona de cualquier edad y sexo, en este fin de época que vivimos. Foot era la más desconocida para mí, siendo como fue, seguro anclaje para las otras tres. Anscombe, un genio coherente, madre de 6 hijos, un baluarte contra el mundo. Murdoch, siempre incomprendida, famosa y única, leal y fiel solo a la verdad. Y Midgley, mi favorita, paciente, constante, viendo con claridad lo que poca gente atisbaba a intuir. 
Cómo es que hay ahora personas, con más medios que nunca, a las que la propuesta de la vida intelectual no les atrae nada? Lean este libro, por favor.

 

Ana Marta

Gonzalez

Trabajo, Sentido y Desarrollo

Dykinson, 2023

 

No hay mayor indefinición que un globalismo omnicomprensivo. Aquí abajo al menos, lo que es todo es nada. Y, desgraciadamente, eso es lo que aprecio que le pasa un poco a la filosofía actual. El futuro de la disciplina puede quedar en entredicho al constatar la pérdida de rumbo que proyecta, entre algunos académicos del área, cierta ambición desaforada. Me refiero a una, latente o manifiesta, doble pretensión: la de hacer pasar todo saber por su venia, y la de hablar de todo con su etiqueta, poniendo detrás de filosofía de, lo que a uno le venga en gana. Esta tesitura lastra, con pesada carga, el texto que comentamos hoy, desde su inicio a la conclusión. Y es una pena. 
Es una pena porque la autora sabe, es sabia, y porque dice cosas sensatas, tiene sentido común. Sin embargo, muchos de los asertos y desarrollos que aparecen en el texto, no sé si por impedimentos editoriales o de otro tipo, quedan deslavazados, desactualizados, y desprovistos de autoridad competente. No oculta la profesora de Navarra, por otro lado aquí clara, sus pretensiones: en primer lugar, defender la presencia de la filosofía y su validez académica como báculo que debe acompañar cualquier instrucción, y, en segundo lugar, confirmar una supuesta primacía de la disciplina sobre el resto de áreas de conocimiento, mayormente aquí, por el tema que trata, sobre la economía, la sociología y la psicología. Primum philosophari. 
Dicho esto, que es como para ponerse en guardia, hay que añadir que a Ana Marta González no le asusta el trabajo, tema del libro. Ni como ocupación, pues se ha puesto en ello a fondo en esta investigación yendo a fuentes consagradas para dotar de fuste sus argumentos, ni como propósito, ya que no parece haberse arredrado ante un tema lejano para una trayectoria basada en la especulación reflexiva. No sé si será esta la causa por la que le ha salido, a mi entender, un libro antiguo. Viejo por sus fuentes (los autores más citados son Marx, Aristóteles, Weber, Simmel, Smith, Hegel y Kant) y viejo por su estructura, de concepto, historia y aplicaciones. 
A la profesora de Navarra tampoco le asustan los retos vitales. Es valiente y casi temeraria, navegando en un mar de incertezas, lo que hace, a mi juicio, que en medio del fragor del análisis pierda intuiciones básicas. La crítica de Anscombe a Ayer de entender fenoménicamente la realidad, se le puede aplicar aquí, pues al apreciar los colores, ruidos, olores y formas de la realidad social, a González parece que se le escapa la sociedad misma, que no aparece como sujeto en todo el texto. Mal, por cierto, bastante extendido en su disciplina. 
Sobre la comprensión del trabajo, es ambivalente. A veces parece asirse a lo intrínseco y subjetivo, eso que plenifica a cada ser humano, y otras veces opta escolásticamente por intentar concretar una abstracción, como buscando una definición que dote de claridad una tiniebla. Uno piensa que el tema es más sencillo, siempre y cuando lo alejemos de toda pretensión de perennidad (otro defecto disciplinar): el trabajo no es sólo lo que el agente cree que hace, sino lo que se aprecia que hace cuando ocupa determinado rol socialmente establecido en la cultura en la que opera. Es, por tanto, creo yo, un bien expresivo, interno o externo, que rinde productos, tangibles o intangibles, originados por una acción humana. La primera parte del libro, dedicada al asunto, hace historia, repasa autores, trata de deslindar confusiones, pero se pierde entre datos y reflexiones que no acaban de insertarse en la realidad que hoy tenemos delante. 
El capítulo 5, está muy bien y recomiendo al estudioso su lectura. Otros que siguen, en mi opinión, no tanto. Se nota que ha querido abarcar demasiado y los contenidos no caben en las más de 350 pp. de prieto texto. Así, los capítulos de espiritualidad y del desarrollo están traídos por los pelos y merecerían un análisis y reflexión aparte y distante, siempre y cuando quien escribe no quiera ser adjetivado de intrusista. Y ello vale, incluso, para alguien tan abarcante como nuestra autora. 
Ana Marta González es particularmente injusta y dura con la economía, a la que embiste con frecuencia tratando de echarla de un campo que le es propio. Pienso que es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que lo que dice, por muy sensato y justo que parezca a sus colegas filósofos y a cierto público clientelista, jamás será aceptado por la academia, que, gracias a Dios, desterró ya hace tiempo de los claustros ese tufillo feudal de la concepción y compartimentación jerárquica del saber. Quizá no pudo decir que no, al encargo o encomienda que representaba esta investigación. No sé si este libro es el fin de la historia del grupo de investigación sobre trabajo, cuidado y desarrollo del que es directora, o si, por el contrario, es un punto y seguido. Si así fuere, le aconsejaría, con perdón por el atrevimiento, un poco de humildad disciplinar. Que cada quién hable y escriba de lo que ya sabe, para no acabar convirtiendo esa gran disciplina que es la filosofía en un popurrí temático.