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Urgencias

Las urgencias son siempre relativas al contexto lo que deja muy rebajado el calificativo de “urgente”. En mi caso, y dada mi edad, empieza a ser urgente lo que puede que no termine por falta de tiempo. Naturalmente es muy difícil compartir las urgencias. Yo he agrupado aquí los temas que todavía no son temas: que no me ocupan el tiempo, del que carezco, pero sí el deseo. Te los enumero con una somera explicación para que la empatía que puedan suscitar me comprometa, con el beneplácito divino, a acometerlos.

1.- El poder

Me parece que es la categoría básica de nuestro tiempo. Nunca antes hemos tenido tantos poderes por encima y consecuentemente pienso que nunca antes hemos sido menos libres. Además creo que nunca se ha dado esa conjunción tan determinante de mimetismo y globalidad que hace que las posibles vías de escapatoria de los requerimientos de los diversos poderes se vean tan reducidas. La tecnología se ha convertido en una dimensión efectiva de dominación al verse despojada de elección liberal. Es una situación en la que el avance tecnológico agrega poder allá donde ya se encuentra y donde, al tiempo, se crean poderes anónimos que rinden voluntades uniformes. Así a los poderes asumidos en los ámbitos familiares o políticos y a los poderes queridos en los ámbitos sociales o religiosos, se unen los poderes alienantes que configura un mercado intervenido por soberanías de opinión a través de canales de comunicación, regulaciones, e incentivos de consumo, que producen modas totalizantes.

La libertad queda en el ámbito de la utopía. Frente al poder que ejerce el que llama, el que convoca, el que triunfa, o el que medra, parece que solo quepa la libertad de excluirse si uno no se aviene a configurar un poder alternativo.

Pero no, la libertad es también una meta colectiva ajena al desempeño de poder. Al menos de un poder que no sea autoposesión.

No obstante, habrá que empezar por eso, por la autoposesión, como paso previo a ejercer lo que parece es la antítesis del poder: el servicio que lleva al regalo. ¿Y qué es la autoposesión? Es la experiencia y el resultado del ascetismo.

En nuestra tradición tenemos abundantes ejemplos y pautas de ascetismo que ilustran sobremanera el camino de la libertad. No es de extrañar, en este sentido, la animadversión que las estructuras de poder modernas muestran con el hecho religioso que al renegar de dependencias mundanas supone una amenaza a la dominación creciente a la que aspira el poder constituido. Y sin embargo ahí están, en el ascetismo que ampara la tradición religiosa, las herramientas para la realización de la utopía de la libertad frente a los poderes alienantes.

Pienso que la traducción de los consejos evangélicos (la pobreza libremente asumida, la castidad que guarda el cuerpo de intromisiones mercantiles, y la obediencia que otorga poder al otro en vez de a sí) a la jerga moderna implica, entre otras cosas, la relectura de la pobreza como ausencia del ejercicio del poder. Pienso que si San Francisco viviese hoy en día, en el tiempo de las seguridades procuradas por los poderes constituidos a toda la población, no hubiese marcado a sus frailes con el perfume de la ausencia de bienes sino con el más exigente de la ausencia de poder (que incluye la ausencia de bienes pero no es solo eso). Y sí, pienso que cuando Jesús dice “bienaventurados los pobres de espíritu”, se refiere a los sencillos: a los que se consideran indignos de detentar ningún poder y que a la postre se esfuerzan en desprenderse de cualquiera por primar el servicio incondicional al otro.

Los sin-poder son los pobres de hoy en la elección libre que pueden hacer por el desprendimiento radical de la tecnología de llamada o atención sobre sí (ciertos usos de móviles o celulares, redes virtuales, etc.), el desprendimiento radical del poder de convocatoria no reclamado que es una forma de mando, o el desprendimiento radical del poder de proyección de uno mismo. Éstos pobres se autoposeen y en ésa medida tienen disponibilidad plena y libertad para servir.

A ello le sigue el regalo. Quizá nada hay que quebrante más la consolidación de poderes que la oferta de contrapartidas gratis. El poder hipnotiza voluntades con la dispensación de protecciones en régimen de monopolio aparente que la publicidad adoba con eslóganes adecuadamente ficticios: "solo aquí encontrarás..", "solo aquí serás...", "o esto o el caos". Pero el coste, que implica sumisión, es excesivo. Además es mentiroso. Gran parte de las prebendas de eficacia, seguridad o identidad que ofertan los diversos poderes pueden muy bien obtenerse (y regalarse) sin ellos.

2.- Una espiritualidad pascual

Por mi condición mediterránea y la tradición festiva de esa otra parte de España (la corona de Aragón) siempre me ha llamado la atención el énfasis que la tradición castellana ha puesto y pone en la pasión de Cristo sobre su Resurrección. Hay como dos ciudades en el mundo devoto: via crucis y via coeli, y para mi desánimo la primera, que señala como festiva la semana santa, ha tenido y tiene preferencia sobre la segunda, que señala como festiva la semana de pascua.

Pienso que los retos de la cultura contemporánea hacen necesario un redescubrimiento de la espiritualidad pascual. Son éstos, tiempos en los que parece conveniente la apuesta por el optimismo, el vitalismo, la alegría y la esperanza. Y, sin embargo, cuando atiendo un retiro espiritual o acudo a las fuentes piadosas recomendadas me sigo encontrando lo mismo que encontraban los que, hace años o incluso siglos, necesitaban edificar la ciudad terrenal de la nada, es decir: responsabilidad, fe, resistencia, y temor de Dios. Así la predicación actual sobre la cruz, la mortificación, los dolores de Cristo y María, o la exigencia mutua toman preponderancia y casi ocultan el discurso, pienso que ahora más importante que antes, sobre la comprensión, la primacía del amor, la confianza en Dios o la ayuda mutua.

La tradición se ha puesto muchas, demasiadas, veces como antónimo de creatividad. Me refiero a ciertos "tradicionalistas" que en vez de mirar al presente y al futuro desde la altura que forma la agregación de los logros habidos, se entierran en el ataúd de perezosas inercias para repetir con voz añosa lo mismo que se ha dicho siempre sin ni siquiera mirar al que oye. Pienso que la espiritualidad es algo vivo: un crecimiento que sale del corazón al aire de la cultura regado por la gracia y el entendimiento. En la vida espiritual, al menos la de los que vivimos en el mundo, no se puede ignorar la cultura, el tiempo: la vida que se construye día a día. Cuán importante es la creatividad: la tradición sin creatividad es muerte y la creatividad sin tradición plagio (D'ors). Digo esto porque lamentablemente todavía hay en este país muchas voces "doctas" que piensan que afirmar la Pascua es una novedad.

Pero es que, además, y con todo respeto a la tradición castellana y su espiritualidad pasional que ha sido y sigue siendo necesaria para los corazones llamados y los contextos adecuados, la centralidad es del domingo de resurrección y no del viernes santo. ¿O no?